Querido Abel Caballero,
Me conocen por el nombre de Alba Kensho y desde hace algunos años me dedico a la comunicación animal. Aunque mi labor me hace conocedora de la enorme sensibilidad de los animales, lo que yo soy y lo que yo hago poco significa en esta carta: lo que me trae a escribirle es su decisión sobre Vigozoo.
Lo primero que quisiera transmitirle es mi admiración por el entusiasmo que le caracteriza, la fortaleza con la que defiende sus ideas y el empeño que demuestra en llevarlas a cabo, más allá de que se traten o no de acciones siempre acertadas. Deseo hacerle llegar a través de este escrito mi confianza en su propuesta de transformación del centro de aislamiento de A Madroa, también llamado Vigozoo, en un espacio para la protección y conservación de la vida. Existen muchas pequeñas formas de vida que desde hace demasiado tiempo necesitan de nuestro cuidado y cariño, por lo que una iniciativa en esta dirección tiene por mi parte un sí, alto y claro.
En estos días me he preguntado qué tipo de interés podría tener un alcalde en reconvertir un zoológico convencional en un espacio para la recuperación y conservación de la flora y la fauna autóctona. Sin embargo, bien pensado, lo cierto es que poco me importa en qué le beneficie a usted esta decisión. Más bien, no me importa nada. No me importan sus votos, ni los aplausos que esto le regale; le deseo una gran felicidad, como se la deseo a todos mis hermanos, pero me es ciertamente indiferente la cantidad de medallas que pudiera alcanzar por la toma de esta decisión. Mi única motivación y preocupación en este asunto es la vida de todos los seres que han sufrido durante casi cincuenta años en esos metros de confinamiento de los cuales es usted actualmente responsable y que, por fin, tienen ante sí la posibilidad de que esta desgracia finalice. Deseo y confío que en cada una de las decisiones que tome relativas a este asunto permanezca reflexionando en términos de seres vivos y no de intereses puramente humanos; los méritos que luego le confiera esto es algo que puede disfrutar como desee.
Quisiera creer -y en ello estoy- que de verdad ha comprendido el valor de cada una de las vidas que ahí se encuentran encerradas, lo insostenible que resulta para cualquier ética el hecho de mantener a ningún ser vivo encerrado, lejos de su hábitat, de su comunidad y familia, y a merced de los servicios de unos operarios que lamentablemente han de cumplir órdenes.
No podemos seguir delegando en otras instituciones la protección de este planeta, parcelando las áreas de responsabilidad con el único objetivo de evitar tomar parte. La realidad es que esta patata caliente que nadie quiere agarrar nos afecta a todos: a los animales que pierden su integridad y libertad confinados en celdas y a los humanos que, partícipes de esta desgracia, rebajamos nuestra cualidad de humanidad al olvidarnos de la virtud de la empatía. Si bien todos podemos hacer algo en este asunto, usted tiene en estos momentos más poder que yo. Por eso le escribo, para alabar y agradecer su decisión, pero también para mostrar mi anhelo de confiar en que así se cumpla.
Vivimos en una sociedad demasiado acostumbrada a las malas noticias, tanto es así que son muchas las personas que han perdido su capacidad para acoger las buenas noticias. Ayudémosles a redescubrir cómo identificar las buenas noticias y enseñémosles a celebrarlas con gratitud y esperanza.
Haciendo alusión a su eslogan, lo cierto es que vivimos es un planeta realmente hermoso, cada rincón de la Tierra posee una belleza natural que no necesita ser adornada sino simplemente admirada y, como resultado, protegida. Para que esa protección pueda ser fructífera y efectiva, todas las personas debemos estar realizando cuantos pasos estén a nuestro alcance para llevar a cabo una lucha amorosa y compasiva por la conservación de cada uno de los espacios en su estado original. Los gobiernos poseen responsabilidad y autoridad para intervenir, pero también compete a cada ciudadano, el cual posee una capacidad de acción y un impacto planetario que, sin la ética adecuada, puede llevarnos en su conjunto a la destrucción de todas las formas de vida.
No podemos pedir a las personas que ejerzan una ética que no han vivido, que no han tenido ocasión de experimentar por sí mismas. La ética nace de la experiencia. Por este motivo, aquellos que hemos percibido esta cuestión, tenemos el deber de generar oportunidades en las que cada ciudadano pueda acercarse a las bondades de la vida en sociedad, del trato amable, de la ayuda y la protección al necesitado y a todos aquellos cuya vulnerabilidad les hace dependientes directos de nosotros. No podemos aspirar a incentivar una ciudadanía pacífica y fraterna si el modelo de conducta que ofrecemos hacia nuestros hermanos animales se sostiene en una jerarquía esclavista que incentiva la desigualdad y el ejercicio del poder.
Una sociedad que enseña a sus ciudadanos a amar y respetar otras formas de vida, enseña a su vez a amar y respetar a los seres de su misma especie. Una no puede darse sin la otra. Así que, animemos al ser humano a proteger a los seres más desfavorecidos, a mostrarse compasivo y bondadoso con aquellos que sufren, sean de la especie que sean. Y, sobre todo, animemos a cada persona a no dar nada por hecho, a no conformarse con la injusticia, a no desesperar y a confiar con firmeza en la esperanza de que todo cambio es posible.
Caminemos hacia la coherencia. Hace menos de cien años que en Europa aprobábamos la existencia de campos de concentración para el hacinamiento de humanos y, con la misma inconsciencia, aplaudíamos la existencia de circos ambulantes en los que se exhibían familias de africanos entre barrotes de bambú. Deseo creer que comenzamos a comprender el espanto y la barbarie de aquellas decisiones. El sufrimiento que un día generamos a los miembros de nuestra propia especie nos puede hacer ver, con humildad, que en cuestiones de ética y consciencia, el ser humano todavía está despertando y que, es inevitable y coherente, que ese cambio de visión acabe trascendiendo al resto de especies animales, por lento que resulte.
Como síntoma de evolución, debemos experimentar rechazo ante la idea de que los mismos espacios de confinamiento que desaprobamos para maltratar a nuestra propia especie continúen en uso para otras especies animales. Con independencia de las condiciones de habitabilidad que ofrezca, no existe ni un solo argumento que pueda justificar el encarcelamiento y aislamiento de estos seres inocentes, emocionalmente sensibles y con total derecho a la vida libre. Una cárcel de cinco estrellas será por siempre una cárcel.
Como especie, hemos hecho -y continuamos haciendo- acciones terribles, pero estamos a tiempo de comenzar a caminar en la dirección del bien. Como individuos, independientemente de nuestro poder, debemos asumir la responsabilidad de caminar hacia la comprensión y la compasión por todo el sufrimiento que hemos causado, comprometiéndonos a proteger este hogar llamado Tierra y a todos los seres a los que alberga. Hemos disfrutado de demasiados privilegios a causa de nuestra inconsciencia, hemos explotado demasiados recursos para nuestro disfrute y debemos enmendar este desastre cuanto antes.
Algún día comprenderemos el peso de nuestras acciones hacia nuestros hermanos animales. Ese día sentiremos una vergüenza tal por el curso de nuestras obras -fruto de nuestra ignorancia- que no tendremos más opción que arrodillarnos, besar la Tierra y llorar ante la comprensión de cuánta ha sido la generosidad con la que fuimos acogidos por este planeta y lo desagradecidos que hemos sido con esa bondad.
Algunas personas tenemos el privilegio y el peso -a veces asfixiante- de encontrarnos en posiciones que nos permiten un mayor rango de decisión y acción; debemos entonces tomar la responsabilidad adecuada y reconducir ese poder para sensibilizar y concienciar a nuestra familia, a nuestra comunidad, a nuestra ciudad e incluso a todo un planeta. Insisto en que todos somos responsables del bienestar del resto de especies animales, vegetales y minerales por lo que, en vez de pensar en proyectos inalcanzables, debemos encontrar modos de fragmentar sueños grandes en acciones pequeñas asequibles para todos. Cada uno en su ámbito de acción ha de llevar a cabo las iniciativas necesarias para proteger todas las formas de vida; nuestra consciencia humana ha de llevarnos en esta dirección.
Si no damos un auténtico reconocimiento a nuestra riqueza, a nuestras especies autóctonas, a la belleza y el valor de nuestro propio hábitat, difícilmente podremos pedir a los ciudadanos que lo protejan. No podemos exigir una ética del bien y del mal cuando nuestro discurso, incoherente, utiliza un sistema métrico diferente según para qué especie. Si aprendemos a ver con igualdad todas las formas de vida, y logramos transmitir la virtud de esta visión a los humanos que nos acompañan, podremos aspirar a que nuestra especie cese al fin en fijar su atención sobre todo aquello que nos diferencia de otras personas -como nuestro sexo, color de piel o ideología- y comience a ver el profundo sentido de lo que nos une, de lo que hace que usted y yo seamos iguales.
El ser humano que siente como iguales a todos los seres de su especie permanece abierto a proteger de forma natural a todas las formas de vida existentes: los ríos, los mares, los bosques… y todas las pequeñas porciones de vida animal, vegetal y mineral que en ellos se albergan. Sepa que este cambio, este anhelo de protección, no ocurre porque usted haya hablado un día sobre la ética correcta sino porque se lance a representar y vivir esa ética en cada una de sus acciones.
Acepte el reto de ser ese ejemplo para los demás, Abel. Encarna en estos momentos muchos valores que pueden representar un ejemplo a seguir para miles de personas, y estas miles pueden reflejarlos a su vez en todos sus círculos de influencia; esto puede lograr que sus acciones den la vuelta al mundo. Embárquese, con la misma ambición y alegría con la que decidió iluminar su ciudad, a crear un modelo de preservación y protección de la flora y la fauna que represente un verdadero referente a seguir para todos aquellos que todavía no piensan en esta dirección, y permítase ser ayudado por todas las personas y organizaciones que, antes que usted, se han visto involucrados en otras transformaciones de zoológicos y espacios naturales. Las farolas y las rotondas son humanizaciones admirables para un ciudad, pero que eso no le distraiga de la verdadera humanidad, la que protege y ensalza a los que siempre han permanecido olvidados.
Plantee todo esto más allá de sus votos, de aquello que le beneficia directamente, y piense en un mayor alcance, en convertir cada uno de sus pasos en un ejemplo memorable que seguir. Nunca es tarde para un cambio, no importa lo que haya dicho o hecho antes, siempre puede comenzar de nuevo y encauzar el curso de sus acciones. Lo ha demostrado en la decisión de transformar Vigozoo y puede seguir mostrándolo en cada una de las decisiones que competan a este proyecto. Cada una de nuestras acciones debe ser aliento y alimento para los que vienen detrás nuestra, por eso debemos caminar en la dirección de mejorar todo aquello que encontremos a nuestro paso y animar a que, los que nos sigan, mejoren a su vez nuestras propias decisiones.
Sé que su visión permanece posada sobre las metas más altas; lo que para algunos resulta extravagante para otros puede ser visionario. Le animo a ser todavía más extravagante y visionario, pero esta vez en el amor: ame tan desmesuradamente que desee en el corazón transformar la relación con todas las formas de vida existentes, comience por su radio acción directa y tenga por seguro que cada uno de sus cambios, por ínfimos que sean, se verán reflejados en el gran ecosistema que es este planeta. Cada acción tienen un sentido transformador y un alcance mayor del que jamás llegaremos a imaginar.
Somos muchas las personas que, en los últimos días, hemos experimentado auténtico alivio y alegría con el anuncio de este gran cambio. A ellos les animo a confiar y a sonreír ante las buenas noticias; a usted le animo a perseverar, a evaluar constantemente la dirección de sus pasos y a crear algo realmente trascendente para el bien de la vida planetaria. Ningún paso es insignificante y algunos logran marcar un auténtico comienzo. Desearía que no traicionase mi confianza ni la de tantas personas que en los últimos días mantenemos los ojos llenos de esperanza puestos sobre usted.
Nuestra vida es valiosa y maravillosa, y de nosotros depende qué hacer con ella. Valoremos entonces el potencial de nuestra vida, comprendamos en profundidad el impacto de nuestros actos y nacerá en nosotros, de forma natural, la admiración, el respeto, el amor y la protección hacia todas las formas de vida.
Me siento feliz y debía celebrarlo. Gracias por hacer posible este cambio.
Un abrazo.
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