El poder de la imagen en la sociedad actual

La sociedad actual es una sociedad eminentemente visual que siente una fuerte necesidad de reconocimiento y aprobación por parte de los demás. En los últimos años, las imágenes han tomado un protagonismo especial, algo que se ha acentuado con la aparición de redes sociales como Instagram, Facebook o Tik Tok.

Una cosa es tener unas cuantas fotografías de recuerdo, con las que incluso poder hacer láminas o lienzos decorativos, algo de lo que se encargan empresas especializadas como Hofmann, y otra cosa muy diferente es vivir por y para hacer fotos y vídeos y subirlos a las redes.

El sentido de las redes sociales

Las redes sociales tienen cada vez más y más usuarios. Se da un hecho curioso entre los usuarios de redes sociales, y es que tienen una especie de obsesión por conseguir seguidores a toda costa. ¿Por qué?

Es verdad que, llegados a cierto número de seguidores, es posible monetizar los perfiles en redes sociales, rentabilizar económicamente las cuentas, ya que las marcas utilizan a estos perfiles como vehículos para dar a conocer y promocionar sus productos, debido a la gran popularidad de la que gozan entre los demás miembros de la comunidad; son los llamados influencers. Sin embargo, la cantidad de seguidores que hay que conseguir para poder vivir de las redes sociales está al alcance de muy pocas personas, por lo que no es una alternativa en la que uno pueda poner todas sus esperanzas.

Lo que sí está al alcance de todo el mundo es poder seguir cuentas que, de verdad, aportan valor a la sociedad. Y estoy hablando de todos los campos habidos y por haber, no solo de aquellos que se consideran “importantes” como la política o la ciencia. Puede que para una gran parte de la población no sea interesante seguir cuentas en las que se dan consejos útiles e información sobre maquillaje y cómo sacar el mayor partido a los rasgos de tu rostro; pero hay muchas personas para las que esto sí es relevante porque tiene que ver con su desarrollo profesional o con las pasiones de los usuarios de las redes sociales.

Eso es otra cuestión. Lo que cada uno encuentra relevante y atractivo es completamente subjetivo, y no se puede medir todo bajo el mismo rasero. Lo importante, en sí, es que cualquiera puede encontrar, seguir y aprender mucho de ciertos perfiles que hablan sobre los temas que nos interesan. Y eso es mucho más enriquecedor y aporta mucho más valor que contar con miles de seguidores. Tener seguidores no nos ayuda a crecer como personas ni como profesionales; seguir a gente que aporte, sí lo hace; sin embargo, y de manera errónea, hay una tendencia generalizada a pensar que es mejor conseguir seguidores que seguir a la gente adecuada. Y con tener seguidores, si no tienes tantos como para poder monetizar tus redes sociales, lo único que se consigue es alimentar el ego.

 El éxito de Instagram y otras redes

Instagram es una versión renovada del lado Disney de la vida. Una red social en la que los usuarios están acostumbrados a mostrar una visión sesgada de su existencia. Por lo general, los usuarios de las redes sociales solo cuelgan la cara amable de sus vidas: fotos de vacaciones en playas y lugares exóticos, imágenes de platos de comida que hacen salivar, autofotos “hiperproducidas” para salir fantásticos y un largo etcétera de situaciones similares.

Lo que no muestran las redes sociales —siempre hay excepciones que confirman la regla— es la “otra cara de la vida”: los madrugones para ir a trabajar en los días de frío, las horas de aburrimiento en casa, las fotos con la cara de recién levantados, la reprimenda de los jefes…

En esta época de auge de la imagen, ya sea a través de fotografías o a través de vídeos —la democratización de las cámaras de foto y vídeo, sobre todo con la aparición de los smartphones, también lo ha hecho posible— muchos individuos, especialmente las generaciones más jóvenes —pero es un mal que afecta a personas de cualquier franja de edad—, priorizan el hecho de obtener imágenes de aquello que están haciendo por encima de disfrutar de la experiencia en sí misma.  Es habitual ver a gente que asiste a espectáculos como conciertos o tablaos flamencos, por poner un par de ejemplos, que se pasan todo el evento mirando el espectáculo a través de la pantalla de sus móviles para poder grabar un vídeo que, además, tendrá una mala calidad tanto de imagen como de sonido. Cuando lo lógico sería disfrutar del espectáculo in situ, disfrutar de la experiencia y construir una agradable red de recuerdos vitales.

La pregunta que se abre es ¿por qué digitalizamos nuestras experiencias de vida? Para compartir “historias apasionantes” en las redes sociales, para que los demás puedan ver qué estoy haciendo y, sobre todo, para que luego puedan comentar e interactuar digitalmente. Y eso no es más que una búsqueda de la aceptación, un intento por descarado de engordar nuestro ego. No obstante, lo realmente valioso es construir relaciones personales fuertes y vivencias memorables, no fotografiarlas.

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