Artículo de opinión por Plaza Marta Fernández: activista feminista loca

Andreas pasó 75 horas atada con correas a una cama de la unidad de psiquiatría. Mientras, la patología física por la que había pedido ayuda a los profesionales sanitarios de ese hospital, por la que había rogado que le hicieran las pruebas oportunas para determinar el tratamiento y podérselo administrar, seguía avanzando sin que a nadie le importase.

No la creían. Para qué darle un mínimo de credibilidad o agencia sobre sí misma si habían determinado que el origen de su malestar era psiquiátrico y a las locas se nos da cero credibilidad y agencia. Al fin y al cabo su madre “también” tenía un diagnóstico psiquiátrico. Estas cosas se heredan, ¿no? (¡NO!) La agitación, el malestar, sus demandas de cuidados y pruebas solo confirmaban que estaba loca. ¿Y qué mejor tratamiento para una loca que atiborrarla a medicación sedante y atarla con correas a una cama durante 75 horas, gran parte de ellas totalmente inconsciente (ya estaba agonizando)? ¿A quién no le haría bien (*) ese “tratamiento”?

Andreas murió atada sin que la patología física por la que pidió ayuda fuera tratada, ni tenida en cuenta, ni valorada. La familia, especialmente su hermana Aitana Fernández González lleva desde entonces batallando como una leona para que se respondan preguntas básicas (¿por qué nadie se ocupó de descartar organicidad antes de decretar que la patología era psiquiátrica, como exigen todos los manuales médicos?) para dirimir responsabilidades, para que la historia nunca se repita. Todas pudimos ser Andreas. Todas podemos serlo mientras estas injusticias trágicas queden impunes.

La jueza ha archivado la causa, pero aquí no acaba el camino. Estos días profesionales médicos comprometidos que no venden su honestidad por el corporativismo que sella otras bocas, revisan la documentación, sus lagunas e incongruencias, para presentar recurso a una instancia superior. 

La #JusticiaParaAndreas es justicia para todas. Esta lucha tuya, Aitana, es nuestra y debería serlo de la sociedad en su conjunto si viviéramos en una sociedad con un mínimo de dignidad y humanidad. Seguimos. 

(*) Y por si hiciera falta aclararlo, estar atada 75 horas no ayuda a nadie, aun con patología psiquiátrica. Nos retraumatiza, nos daña, nos pone en riesgo, rompe la confianza, nos dificulta pedir ayuda en el futuro por cualquier problema de salud psíquica o física sea cual sea su gravedad y urgencia. Y nunca atar a alguien es la única alternativa (hay países donde está práctica violenta está prohibida, y lugares con nuestros mismos recursos y tipología de pacientes donde NO se utiliza nunca, porque siempre hay alternativas de cuidado que no pasan por atarnos).

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