Al hilo del último programa de la Tuerka sobre modelos relacionales postmodernos:
Dentro del nuevo mundo donde, afortunadamente la diversidad, a trancas y a barrancas empieza a ser más aceptada, en base a una defensa férrea desde los colectivos que se preocupan por derrocar de nuestra herencia “lo normal”, se comienzan a analizar diversas formas y modelos de Amor.
La implantación a cara descubierta de las relaciones no normativas, no monógamas, está siendo problemática, seguramente debido a la herencia católica que rodea de un halo de culpa las cuestiones emocionales y familiares que se alejan de lo tradicional.
Paradójicamente hasta hace poco, el adulterio por parte de los hombres estaba muy tolerado, considerándolo una “condición de su género”, existiendo una pr esión social para que se diese este hecho por sentado y se le restase importancia, con la excusa biológica.
Entramos en una nueva era donde la mujer puede y debe fijar sus propias reglas, y escoger (si lo desea) alguno, otros o ninguno de los modelos, que son infinitos: la anarquía relacional, en la que las relaciones se establecen fuera de normas preestablecidas, es decir, se acepta la asexualidad, se aceptan amistades sin sexo que se puedan considerar parejas convivenciales, se aceptan relaciones sólo físicas que se valoren con la misma importancia emocional y afectiva que la que se da socialmente a un matrimonio, etc.
Dentro del poliamor (entendido en principio por relaciones sin exclusividad afectiva ni física: una evolución de las relaciones abiertas, algunas de las cuales sí excluían solapar dos experiencias emocionales simultáneas); existen relaciones jerarquizadas, donde hay una principal, que funciona como pilar de la vida afectiva y luego pueden sucederse otras simultáneas que, igualmente son emocionales y no solo físicas pero que nunca implican abandono de la principal, que ante cualquier dificultad o conflicto siempre será la elegida y protegida.
Después hay otras modalidades poliamorosas, como las horizontales, donde simplemente caben todo tipo de relación, amorosa y afectiva, cualquier entramado emocional y físico en plano de igualdad con distintas personas sin prevalecer ninguna sobre la otra.
¿Es esto posible? ¿podemos relacionarlo con el empoderamiento del feminismo? ¿entra en cuestión el hecho de las infidelidades constantes (35% de la población por estadística) entre las parejas, para repensar si los modelos convencionales tienen alguna falla causada por estos nuevos modelos de vida a ritmo esquizoide en los que la estabilidad en ocasiones es una quimera, y los divorcios son cada vez más constantes, muchas veces porque el individuo se ve incapaz de cuidar de si mismo y de otra persona al mismo nivel, directamente por la misma presión vital a la que son sometidos por el simple hecho de salir adelante socialmente?
¿Es necesario delimitar estos conceptos? ¿de manera taxativa?
Problematizando y saliendo de la moral biológica que siempre nos ha vendido que el hombre por el hecho de serlo tiene necesidades naturales más fuertes dentro del deseo, en ocasiones ponerle nombre a todo, termina por limitarlo y simplificarlo.
Quizás los conceptos nuevos tomados como un bloque sin fisuras resultan utópicos y no contemplan ciertas tendencias intrínsecas al propio contexto social (las inseguridades, los celos, la posesión, la envidia, las obsesiones), y por lo tanto no podemos pretender de un día para otro que cualquier pareja se plantee como lo usual un modelo tan rupturista, sin perder de vista que dentro del esquema laboral actual y el limitadísimo tiempo de ocio, la posibilidad real de mantener de manera estable no una pareja, sino más, todas en un plano de implicación alta, parece cuanto menos agotador.
Todos conocemos relaciones cercanas en las que uno de los miembros sabe que la otra parte tiene necesidades fuera de la misma. Esto se solventa tanto con infidelidades como con comportamientos consensuados de “carta blanca” hacia el miembro de la pareja que se vea imposibilitado para pasar toda una vida sin ejecutar el deseo que pueda sentir por otros individuos. Frecuentemente estos comportamientos, de repetirse en el tiempo y ser los hechos conocidos por quien no siente la misma necesidad, terminan en amargas rupturas por “deslealtad”.
¿Son los celos una muestra de entrega amorosa? ¿son posesión? ¿son evitables? ¿Qué es la infidelidad? ¿Un encuentro sexual con otra persona? ¿Un pensamiento constante sobre un tercero/a? ¿Hasta qué punto podemos usar el determinismo para modular una cuestión tan compleja?
¿Qué diferencia recibir cariño constante de otra persona de recibir prácticas más íntimas en cuanto a una deslealtad a la monogamia? ¿qué implica para la autoestima de la pareja que se preste atención, física o de otra índole, a muchos más individuos? ¿dónde está el límite en lo permitido? ¿una cita a solas, una llamada, un mensaje, una noche, un apelativo similar?
El anarquismo libertario propone al respecto que los cambios sociales tienen que ir acompañados de evoluciones de toda índole, siempre que haya una correspondencia entre la ruptura en todos los planos ad hoc. Es decir, no tendría sentido que si una persona no ha evolucionado en su concepto relacional, se lo impusiese por considerarlo revolucionario si este modelo le va a traer sufrimiento, inseguridades o infelicidad. En este sentido, estigmatizar la monogamia por considerarla conservadora por pura progresía impostada es una perversión torticera.
Matizando esto: ¿es el amor romántico una convención que ya no se corresponde a los tiempos que corren? ¿está relacionado con una jerarquía patriarcal? ¿es derrocarlo pelear contra el instinto colectivo por una suerte de ideología minoritaria y postfeminista, que no refleja el pensamiento real de un español medio? ¿estamos entrando en grandilocuencia academicista en cuestiones demasiado complejas como para poder desplegar un elenco de opciones que sólo corresponde al individuo decidir, y no a la colectividad analizar?
¿Se ha desterrado el concepto de promiscuidad como estigma, o la propia palabra? ¿y su diferenciación entre si se ejerce desde el hombre o la mujer?
¿Es posible amar a varias personas a la vez? ¿Son cuestiones bioquímicas, psicosociales, conductuales? ¿podemos obviar el contexto sociocultural, y la mentalidad de todo un país, anclada en muchos aspectos en un estilo binomial muy concreto, estable, exclusivo y basado en una intención latente de generar una familia, como fin último de las relaciones sentimentales?
Hoy día existen webs para buscar parejas “adúlteras” y hasta hoteles encaminados a mantener este tipo de encuentros, partiendo de que existe un mercado, con todo el peso que la palabra implica, de consumo sexual en el que en ocasiones hay personas que consideran desquiciante y complejo lograr un equilibrio entre el vínculo afectivo monógamo y la imposibilidad de centrarse nunca en una sola opción al tener el “permiso” de explorar tantas otras.
¿Se ha entendido que hay mujeres que no desean ejercer la maternidad?
¿Se ha desterrado la etiqueta “solterona”, y asumido que hay personas que han decidido vivir sin pareja por propia elección: porque su modus vivendi, su carrera, sus prioridades son diferentes y no casan con este modelo concreto? ¿estamos programados de una manera muy medieval que hace una quimera siquiera plantearse seriamente la implantación normativa de estos nuevos modelos?
La realidad es que, opiniones externas aparte, entre adultos libres existe el lujo de poder diseñar una vida amorosa a la carta en la que, mientras las reglas sean consensuadas y con arreglo a una ética común y sincera, todos los modelos deberían ser válidos.
Debemos pelear contra los prejuicios y pensar que en ocasiones no es cuestión de ideología sino de las mismas personas. Se puede desear una relación exclusiva con una pareja y con otra no, y se puede haber pasado por todos los modelos normativos o postmodernos sin sufrir ningún tipo de torbellino filosófico, simplemente porque las estructuras relacionales sugieren en lo afectivosexual, parámetros diferentes según la compañía de la que se trate en cada momento.
Uno puede desear un amor de cuento o un compañero de fin de semana.
Se puede ser un varón heterosexual y enamorarse de un hombre en concreto, o en el caso contrario desear puntualmente a una mujer.
Evitemos etiquetas, los comportamientos son válidos, siempre dentro de la lealtad, que en ocasiones no implica compromiso eterno sino sinceridad, honestidad, entrega.
La cultura modula nuestros comportamientos, la bioquímica los trastoca, la ética los encorseta. Quizás todo es tan sencillo como que cada cual viva lo más cerca posible de lo que le aleje de la represión y le acerque a su proyecto personal y sentimental más realista, más en armonía con sus principios, más honesto con su propia personalidad, pensamientos y corazón.
La mayor lealtad es la renuncia al hermetismo impostado. Actuemos como somos, expliquemos cómo actuamos. Y la libertad siempre será buen camino mientras sea honesta.
En ocasiones, que una persona feminista y postmoderna desee la fidelidad al uso es tan sencillo como dar con alguien con quien, teniendo todas las posibilidades del mundo, nos quite las ganas de acceder a ellas, conque dentro de una libertad total, se escoge igualmente a esa persona: no por promesa, no por sacrificio, sino por libre elección.
Tomemos estas nuevas opciones simplemente como lo que son: alternativas, nada amenazantes por ser simplemente, modelos para elegir saliéndonos de lo que nos han contado que es lo correcto, para ser buenas mujeres, maduras, estables.
Lo esencial es conocerse a uno mismo y pelear por relaciones igualitarias, donde el respeto sea la base y cada uno pueda encontrar el vínculo ideal, el más parecido a sus necesidades de bienestar afectivas, que además pueden variar con los años, o con los ciclos vitales.
Con cualquier nombre o formato, amistad, sexo, matrimonio, pareja, relación eventual, eterna, hetero, bi, homo, trans, el Amor es Revolucionario.
Y “cuando uno Ama de Verdad, nunca daña” (San Agustín).
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