Opinión | La unidad de endometriosis del Hospital Álvaro Cunqueiro es un paripé

Artículo de opinión por Iria Rodríguez.
Publicado por o día 03/10/2017 na sección de Opinión,Opinión por Iria Rodríguez

Opinión | La unidad de endometriosis del Hospital Álvaro Cunqueiro es un paripé

Opinión por Iria Rodríguez

Conseguir que tu médica de atención primaria cubra verídicamente el documento que te entrega tu asistenta social para solicitar que se determine tu grado de discapacidad (código procedimiento BS611A) es casi imposible. Se escudan los médicos de atención primaria en los informes de los especialistas. Bueno, vayamos a ellos. En los informes los médicos especialistas tratan de proyectar una falsa imagen de ‘mujer que no quiere tratarse’ o de ‘enferma mental’ o de ‘mentirosa’. ‘Enferma mental’ o ‘mentirosa’ son dos conceptos que ya manejan las médicas de atención primaria (los hombres son minoritarios ahora mismo en la profesión).

‘Indicada para psiquiatría’ escribió mi médica de atención primaria en mi historia médica el día que le pedí que cubriese el documento (tengo un diagnóstico más allá de toda duda). En la unidad de endometriosis las doctoras manejan con frecuencia frases como ‘¿sabes tú más que yo?’ o ‘¿la vecina del 4º sabe más que yo?’ La doctora Viéitez, autora de frases célebres como ‘jamás una mujer me ha dicho que había tenido que dejar de tomar anticonceptivos por los fuertes efectos secundarios’ ‘no quieres curarte porque no tomas ‘un medicamento’ (complemento vitamínico, en realidad, una de las razones por las que no lo cubre la seguridad social) llamado LEVEDOL que cuesta 32 euros al mes’ ‘¿por qué no tomas antidepresivos para que te den un poquito de energía?’ ‘es imposible que el MIRENA te haga daño’ (a mi hermana se lo tuvieron que retirar, tratamiento hormonal y cuerpo extraño, 2 por 1, tradicionalmente siempre se ha dicho que en el caso de mujeres que no hayan tenido hijos se incrementa el riesgo de tener complicaciones pues resulta más difícil colocar este tipo de dispositivos correctamente). La doctora Viéitez no es la única pero resulta fácil recordarla por su curioso parecido físico a la ministra Tejerina. Otra doctora me dijo ‘qué tontería, la fisioterapia’ ‘vas al fisioterapeuta cuando tienes un accidente’ (la fisioterapia aparece como tratamiento en el documento que se les entrega a ellas: ‘Guía de atención a las mujeres con endometriosis en el Sistema Nacional de Salud SNS’ que profesionales a los que les preocupamos de verdad colocaron en Internet para que lo pudiésemos descargar, del cual Viéitez es corredactora, una chapuza por cierto, la Guía). Resulta difícil creer que los médicos no estén siendo presionados para mentir, por un lado; por otro, quizás estén actuando motivados por regalos de las farmacéuticas (un cirujano cardiólogo ya retirado del SERGAS me comentó en estado de embriaguez que, no estoy segura, o bien la empresa fabricante de unos dispositivos que cuestan unos 30.000 euros o bien la farmacéutica que fuese, le ofrecían como regalo la opción de comprar pasajes para cruceros para dos a precios muy bajos… repito el tipo estaba borracho…), también puede que entren en el juego problemas de mentalidad, prejuicios, diferencias de clase, vagancia, falta de formación y de interés. Las listas de espera no son nuestro mayor problema curiosamente.

Toda operación en la zona abdominal pone mucha presión en la musculatura (peligro de lumbalgias, dolores cervicales) y ese tipo de fisioterapia tiene que salir de nuestro bolsillo femenino. El manual arriba mencionado trata el tema del acompañamiento psicológico. Ir al psicólogo no elimina quistes. No paga el alquiler ni el recibo de la luz. Algunas mujeres pueden necesitar apoyo pero para muchas supone un esfuerzo extra que no nos soluciona nada. El supuesto apoyo psicológico se utiliza en nuestra contra. De hecho cuando me empecé  encontrar mal estaba atravesando una etapa bastante feliz. De hecho tardé mucho en ir al médico porque estaba demasiado ocupada siendo feliz. Y aun así me dolía, subí de peso en un espacio corto de tiempo haciendo mucho ejercicio y sin hacer cambios en mi alimentación, un cansancio extraño (este comentario se lo dedico en especial y con mucho afecto a los amantes del término ‘psicosomático’). No obstante siento cierta curiosidad. Si no conociese el pescado… igual iría. Si no estuviese cansada todo el tiempo… igual iría. Si la psicóloga viniese a casa o me atendiese a horas que me vengan bien a mí y no a ella. Como ocurre con mi fisioterapeuta (atención privada).

Fisioterapia, termas, playa, un hogar en el que no te insulten, calor, mucho calor (problema: pobreza en general y pobreza energética en particular), una muy buena y equilibrada alimentación que compense el exceso de sangrado (¿ternera a 9 o 10 euros el kilo?…) ¿Quién se lo puede permitir? Quien no esté enfermo y tenga un buen trabajo, supongo. El pez que se muerde la cola.

Es muy difícil para una mujer conseguir o mantener un trabajo no precario no temporal no a tiempo parcial cuando es tan obvio que te encuentras mal. No importa cuán buena sea tu formación ni tu valía como profesional. La enfermedad nos empobrece y nos coloca en una situación de vulnerabilidad en relación a la persona o personas de las que dependamos económicamente, familiares (padres, madres o abuelas, hermanas drogadictas) o pareja, que pueden usar la violencia y dar rienda suelta a su sadismo con nosotras porque no tenemos a donde ir. De hecho y esto es importante que se diga, si ya una mujer que sufre violencia ejercida por su pareja tiene pocas opciones, tiene a poca gente a la que recurrir; si una mujer sufre violencia de un familiar, como un padre o una madre, si es mayor de edad, no tiene a nadie. Por eso es tan importante tener reconocido el grado de discapacidad y solicitarlo no debe ser una carrera de obstáculos (en los que tu palabra va ser puesta en duda, pruebas  médicas ignoradas) de forma que muchas mujeres acaben desistiendo. Los recursos en el seno de una familia no se distribuyen de forma igual, de forma justa. A la hora de dar ayudas (no me gusta mucho la frase ‘dar ayudas’; mejor quizás por ejemplo ‘conceder la asignación de  recursos a una persona con limitada capacidad para obtenerlos por causas conocidas’) se tienen en cuenta los recursos de los diferentes miembros de la ‘unidad de convivencia’ pero no se les obliga a los diferentes miembros a velar los unos por los otros y mucho menos a repartir los recursos de los que se disponen en total equitativamente entre todos.

Las mujeres somos las portadoras de la capacidad de gestar de la humanidad. Todas estas médicas que nos maltratan, por las razones que sean, ni siquiera entienden que si a nosotras nos consideran pacientes de segunda, también a ellas las consideran doctoras de segunda.

Recuerdo a mi querido vecino George, durante mis años de estudiante universitaria, sirio, cristiano ortodoxo y ginecólogo y soy incapaz de imaginármelo tratando con desprecio a ninguna mujer. Nadie hace sentir a un señor mayor que destruye sus pulmones con tabaco o sus órganos vitales con aguardiente de hierbas que gastar en él es desperdiciar dinero público.

Ningún médico ‘indicará para psiquiatría’ a su paciente con cáncer de próstata. Una mujer que no recibe ningún tipo de ayuda, sin recursos, sin ahorros, que vive en un entorno violento no puede acceder a una operación porque no puede arriesgarse a ser agredida recién operada o a no tener como regresar del hospital (imposible en autobús, demasiado doloroso) o a ser impedida de acudir al hospital el día de la operación. El sadismo humano no tiene límites y el egoísmo humano tampoco.

Para finalizar, me gustaría señalar que todo el mundo sabe (es un secreto a voces) que existe la práctica en nuestro país de acudir por privado a médicos del SERGAS, con la promesa de que ese médico encontrará la manera de ser él quien opere a su paciente en un hospital público y de que ésta tendrá que esperar menos que si acudiese por la vía normal, pública. Sanidad pública pero estableciendo diferencias entre pacientes: de 1º y de 2ª (en función de cómo de llenos tienen sus bolsillos femeninos). Un amigo médico radiólogo rumano me comentaba que en Rumanía los pacientes tienen que pagar mordidas en la sanidad pública (los salarios de los médicos son miserables) pero nadie paga mordidas a los radiólogos porque hacen un trabajo intermedio (no recetan, no prescriben pruebas); por eso se fue de Rumanía. Podríamos pensar ‘¡qué tiranos!’; pues hay de todo pero recuerdo ver llorar a una médica rumana porque tenía que regresar a Rumanía (se le había acabado el contrato en Francia, creo). A muchos médicos rumanos les duele no poder atender con todas las herramientas posibles a sus pacientes. Pues por ese camino vamos si no lo remediamos. Gran película rumana, por cierto: ‘La muerte del señor Lazarescu’. También os recomiendo: Anatomía de un hospital (1971), dirigida por Arthur Miller. Tenemos que seguir luchando. No nos queda otra.